"Ultramar, La Escuela"
años 40/60
Así era nuestra Escuela, si eres un niño o una niña ésta fue la escuela de tus padres, o de tus abuelos... Una escuela muy distinta a la de ahora, una escuela donde todo giraba en torno a un libro "La enciclopedia Álvarez", en ese libro venia todo: Geografía, Matemáticas, Lengua y Literatura…
Las clases estaban separadas rigurosamente, (los niños con los niños y las niñas con las niñas) ni en el recreo podíamos coincidir.
domingo, septiembre 04, 2011
Mª Luz, hija de Ludivina y Manuel
Mª Luz Hija de Ludivina y Manuel García Riera "el Fraile". en el colegio de las Hermanas Dominicas, hacia los nueve años.
14 comentarios:
Marinina
dijo...
Algún día contaré mis antiguos recuerdos de aquellos tiempos del colegio...pero he de tener tiempo y serenidad para ello... La foto, con la chapita metálica que tapa el tintero,(a aquella edad de 9 años usábamos pluma y tinta para escribir pues, en España, no conocíamos aún los bolígrafos)me recuerda mi primera impresión de lo que me rodeaba cuando a los cinco años entré por primera vez en el colegio de las HH Dominicas,en una clase que había bajo lo que llama- ban "el pórtico", a la izquierda a de éste. Tenía aquella entrada una doble puerta oscura, ante la que me recuerdo abriédose de par en par para dar paso a las niñas cuyas ma- dres esperaban apiñadas a la salida alborozada de sus hijas en el pri- mer día de clase...Y lo recuerdo especialmente, por la angustia que yo sentía en el corazón al haberme separado de mi madre aquella maña- na para permanecer unas horas sin ella por primera vez en un sitio extraño, rodeada de niñas descono- cidas que me producían cierto temor cuando lo ignoras todo lo que ellas sentirían...probablemente lo mismo que yo...Recuerdo el ansia con que mis ojos buscaron la cabeza de mi madre por entre las de todas las demás expectantes madres...hasta que la encontré...y sentí vivamen- te que no había allí ninguna madre tan "madre", tan grande y acogedo-ra como la mía...ante la cual todas las demás perdían significancia pa- ra mí...Naturalmente yo no era cons ciente de lo que pensaba, pero así hoy sé que lo absorbía como una es- ponja en lo profundo de mi ser. Aquel día, recibí la primera lec- ción "consciente" por parte de mi madre, del significado de la hones- tidad y la honradez que debe acom- pañar por la vida al ser humano... Sucedió que, tanto me llamó la a- tención el pupitre con su lugar pa ra guardar los útiles para la clase y el tintero con su tapa corredera que en mi salida del colegio al me- diodía para ir a comer, no paré de darle sobre ello explicaciones a mi madre, pero, al parecerme que no po día entenderlo,(ni siquiera parecía prestarle un mínimo interés,) por la tarde saqué la tapa corredera del tintero y me la llevé a casa. Lo que hizo mi madre fue reprender- me por el hecho de apropiarme de lo que no debía y, al día siguiente lo devolvió ante mí a la buena y jovencísima monjita, hermana Mª del Rosario, la que me enseñó durante aquel curso a leer y escribir.
No recuerdo mucho sobre aquella e- tapa de mi vida , de los dos pri- meros cursos que pasé en el colegio en la clase de párvulitas,(también había niños, pero estaban en clase aparte, con la hermana Segunda, pu es, como bien dice quien escribe sobre "Ultramar: La escuela", en aquel tiempo lo normal era que los niños estuvieran con los niños y las niñas con las niñas, y tambien es cierto que no coincidíamos ni en el recreo. Sé que aprendí rapidísimamente a leer, que me gustó con locura...y que,esto ya en el segundo curso, cuando ya lo llevaba de calle, en cuanto veía algo a otra niña que me gustaba tener,al salir de clase en- traba directamente en la librería La Cultura,(creo que así se llamaba la que estaba pegada al colegio;ha- bía otra en La Pasera, donde tam-bién comprábamos:"Librería Cervan- tes"...no sé si cabe en lo posible que fuese al revés su ubicación, pe ro en mi memoria las recuerdo así) pues bien, entraba directamente y pedía el objeto en cuestión a cuen- ta de mi madre,sabiendo que esta e- ra bien conocida por la señora que estaba al frente de dicha librería Una vez fue un libro de lectura ti- tulado "NOSOTROS",que no se usaba en el colegio sino para deleite de quien le gustara leer...conocer his torias...en fin...Otra vez se trata ba de un plumier,o estuche para lá- pices,gomas,tajas y demás útiles pa ra la clase,el cual,como es lógico yo ya debía tener,pero como era de- masiado sencillo me encapriché de o tros que veía mucho más completos, con su parte de arriba giratoria y sus pequeños compartimentos para las cosas menudas...en fin, que me lo compré sin más;lo que no recuer- do es si llegué a usarlo o si mi ma dre lo devolvió al mismo tiempo que el encargo de que no me dieran más sin su permiso...si no llevaba yo el dinero para pagarlo. También recuerdo, ya desde aquellos dos primeros años de colegio,el de- sagradable hecho tan común en los colegios de la posguerra:Las"anti- páticas" e "insolidarias" niñas de papá, de las que más adelante me fuí enterando del adjetivo con que el resto de niñas "normales" las ca lificaban:"enchufadas". Eran muy da das,al menos algunas monjas de en- tonces, a mostrar preferencia y a- tención a ciertas niñas, quizá por la posición social de sus padres, que, por lo mismo, fueran especial- mente dadivosos...no lo sé...lo que recuerdo es que me tocó sufrir es- ta situación hasta la náusea. A partir de los siete años, cuando ya estaba en la clase de primer gra do,mi madre me apuntó a clase de mú sica,-solfeo y piano-una hora dia- ria con la hermana Soledad...en mi caso no para estudiar la carrera,si no simplemente por añadirlo a la "Cultura general" que entonces reci bíamos. Y recuerdo especialmente un día en que la hermana Soledad, en conversación con un grupo de niñas "curiosas" me preguntó sobre qué profesión tenía mi padre...le res- pondí que era capataz de minas, y ella"¿No es ingeniero?" Le volví a responder con toda seguridad-pues yo bien lo sabía a mis siete años- que no era ingeniero, sino capatad. Y ella, volviéndose hacia quienes quizá le habían preguntado, o sos- tenido la conversación que motivó la pregunta les dijo:"Seguro que es ingeniero pero la niña no lo sabe."
Los primeros juegos en el recreo del colegio de aquel tiempo eran: Hacer un corro canturreando una canción tal como:"El corro la pata- ta,-comeremos ensalada,-lo que co- men los señores,-naranjitas y limones.-Achupé, achupé,-sentadita me quedéee..." Y allí nos agachá- bamos todas, en posición de senta- das. Y mil canciones más, escenificadas con bailes y gestos como:"Estando el señor don gato,-sentadito en su tejado,-marramamiau, miau, miau... sentadito en su tejado..." Lo baila ban dos niñas, cruzándose de acá pa ra allá mientras las demás miraban hasta que le tocaba salir a bailar- lo a otra niña, mientras se retira- ba una de las dos protagonistas en el juego... Otra canción que se representaba e- ra:"Yo soy la viudita del conde Lau rel, que quiero casarme y no tengo con quien..." Y las de alrededor le respondían continuando la canción: "Si quieres casarte y no tienes con quien, escoge a tu gusto, que aquí tienes cien..." Otra canción con su correspondiente juego era: "Donde están las llaves, matarile- rilerile, donde están las llaves, matarilerilerón, chin-´pon."...Y en su mayoría, los primeros juegos que tuvimos en los recreos eran re- presentados con canciones...Más a- delante jugábamos a "las prendas", con la canción:"Antón, Antón, An- tón pirulero, cada cual, cada cual que atienda a su juego, y el que no lo atienda, pagará una prenda..." Y si te equivocabas en lo que tu- vieras que hacer, habías de pagar con lo que te pidiera quien diri- gía el juego... Y ya, pasados los siete años,jugá- bamos al Piocampo...policías y la- drones...y otros que eran de co- rrer cuanto más mejor, para que no te diera alcance la que venía de- trás...Y corría yo como un gamo, pues esto se me daba de maravilla. En fin...a estas cosas se solía ju gar en los recreos del colegio; en casa era diferente, ya que,por lo general, solamente contábamos con una compañera de juegos, como mu- cho, dos o tres...y nos encantaba jugar a "las casas"...así llamá- bamos a jugar con las muñecas y co- cinitas y cacharros...y si había suficientes niñas jugábamos tambi- én a "las maestras"...Este juego no fallaba en alguna contada oca- sión que me recuerdo jugando en casa de mi prima Charo...le encan- taba hacer de maestra...Y en mi ca- sa, cuando no tenía ninguna compa- ñera para jugar, mi entretenimien- to más habitual era el columpio que me habían puesto en una peque- ña explanada, cerca del muro que nos separaba del jardín de Cutie- llos, al que estábamos pegados... Me lo había puesto allí, bajo un gran árbol, que daba unos frutos que al desgranarlos parecían ceri- llas y no sé cómo se llama, pero era muy común, un señor que hacía por allí de jardinero, del cual no recuerdo su nombre, aunque sí un poco, veladamente su rostro... En aquel colegio de las HH Domini- cas, no tuvimos para nuestros es- tudios, la Enciclopedia Álvarez, como los de Ultramar, sino otra cu ya editorial era:"Hijos de Santia- go Rodriguez.Burgos." Y hasta el curso 3ª,(no recuerdo si en 2ª la empezamos a utilizar ya,)no fuí po seedora de ella...tanto como me gustaba y deseaba que llegara el día en que la pudiera disfrutar... en las partes que me gustaban,cla- ro... Y así fue trancurriendo mi lejaní- sima infancia por aquellos contor- nos de Mieres y mis recordados ba- rrios de Arroxo y Oñón...
En el escrito anterior me olvidé, hablando sobre nuestros juegos, de algunos más a los que jugábamos mu- cho, como es saltar a la comba:este se podía hacer de dos maneras:indi- vidualmente y colectivo...consistía este en que dos niñas cogían una gruesa cuerda una por cada lado, mi entras un grupo de niñas guardaban cola para ir saltando una a una, se gún la habilidad de la que estaba en el juego...cuando ésta perdía sa lía del juego, volviendo a ponerse en la cola mientras entraba la si- guiente primera de esta...y así has ta que cansábamos de este juego pa- ra ir a otro. También se podía saltar individual- mente, con una cuerda más pequeñita con cascabeles en las agarraderas de los extremos que sonaban al sal- tar...A mí se me daba mejor con es- ta y la utilicé muchísimo...en cam- bio con la cuerda grande, no tenía ni una gota de habilidad pues, como mucho al tercer o cuarto salto per- día y tenía que salir. Y no sé como he podido olvidarme del juego de botar una pelota de goma; a esto jugué muchísimo y tuve pelotas muy variadas: desde unas pe queñitas que había macizas, a otras huecas, preferidas por mí, pero so- lían pincharse fácilmente...Y mien- tras botábamos, lo hacíamos al son de alguna cantinela destinada enton ces a esa clase de juego, en el cu- al fuí incansable pues se me daba muy bien. Hasta los siete años,a partir de los cuales comencé a comer en el co legio, yendo a recogerme a las sie- te de la tarde alguien de casa, me recogían a las cinco, y me recuerdo varias veces con una niña adolescen te, que vivía en La Peña,a un km más allá de mi casa y me dejaba al lado de ésta al pasar...No recuerdo su nombre...quizá fuese Elenita, o Marta, pero sé que era muy linda, de piel blanca y pelo oscuro peina- do con tirabuzones. Quizá iba yo con esta niña hacia ca sa, cuando a la altura del colegio de los frailes,- creo recordar que por allí cerca andaba,-nos metimos por el barrio profundo y pobre,(así me lo parecía a mí,) del viejo Oñón el cual atravesábamos para salir a Numa Guilou(h?)por la parte donde estaba ubicado el lavadero...La cuestión es que aquel día, al atra- vesar el barrio nos encontramos con que había ocurrido una tragedia en una casa que se había incendia do. ¡Qué tristísimo para mí resultó ver aquello! Ya no había llamas,pe- todo estaba renegrido...mientras un hombre gemía su dolor por entre sus raídos y pobres bártulos espar- cidos por el suelo...Y la angustia apretó mi pequeño corazón...y sentí vivamente el deseo de correr a casa y refugiarme en el amparo ancho, al to y fuerte que representaba para mí la persona de mi madre. Al leer en el blog de "Oñón, viejo barrio" el relato sobre una mujer del lugar a quien se le había incen diado el delantal y no supo cómo desprenderse de las llamas, por lo que murió abrasada pensé, si no ten dría este hecho relación con aque- llo que un día ya muy lejano, hube de presenciar viniendo hacia casa del colegio.
Cuando el barrio de Oñón fue inunda do por el desbordamiento del río S. Juan, recuerdo que vino a vivir una familia afectada por aquella triste desgracia...Había entre ellos, una abuela y una niñita pequeña, de unos tres a cuatro años no más, que se sentaba en la esca- ra cuando oía el ruido de nuestros juegos, haciéndose ver para acercar se y poder participar. Manolita la de Lola, la de La Peña era la que permanecía más tiempo en mi casa,a la que venía al salir de la escuela a esperar la hora de salida de su madre que asistía allí, ayudando a la muchacha que había habitualmente en el mucho trabajo diario, en un caserón tan grande, con tanta fami- lia requiriendo atención... La niñita de la que he hablado te- nía los ojos claros, y era muy a- bierta y charlatana... No recuerdo cuantos miembros eran los de aquella familia que vivio durante un tiempo en el piso de a- rriba del todo de mi casa pues, no molestaban para nada...en el piso tenían todos los servicios necesa- rios...disponían de tres grandes habitaciones, su cocina de carbón, su cuarto de baño y un ancho y am- plísimo pasillo. Quizá aquella ni- ña tuviera algún hermano, pero no ha quedado más en mi memoria sobre ellos, ni cuanto tiempo estuvieron allí...debieron ser solamente unos meses, mientras resolvieron su situ ación, pues yo he podido disfrutar de aquel piso para nuestros juegos du- rante unos pocos años después, sin que hubiera inquilinos por allí... Creo recordar que la riada de Oñón sucedió en 1943, cuando yo tenía siete años y Manolita la de Lola seis... Y la niñita en cuestión, creo que se llamaba Mª Jesús, aun- no puedo asegurarlo. Si embargo ella, a pesar de haber sido tan pequeñita aún en el tiem- po que vivió en mi casa, años más tarde, ya de mujeres adultas y ca- sadas, coincidimos aquí en Gijón con nuestros respectivos hijos en la consulta de la Dra. Antolín, y ella me reconoció, y me saludó muy cariñosamente, diciéndome quién era, y cómo recordaba el tiempo en que por las circunstancias de la vi da, vino a parar a mi casa donde no conocimos...Y me quedé admirada de su gran capacidad para reconocer a una persona después de tantos a- ños, y desde tan lejana infancia... Creo que no he vuelto a verla ni a saber de ella nunca más desde enton ces pues, no hemos vuelto a coinci- dir...cada una seguimos la vida por nuestros caminos; pero aquel deta- lle de su recuerdo y de haberme re- conocido, llenó de emocionada ter- nura mi corazón.
Sólo dios sabe lo mal que lo pasé cuando a los siete años comencé a comer en el colegio...la mayoría de las veces me era imposible tragar la comida, especialmente cuando había verdura, o tortilla de patata con cebolla...o con el huevo blando, a medio pasar... La cuestión es que, al terminar de comer, las niñas bajaban al patio a jugar hasta la hora de entrada a la clase, que era a las tres. A la hora en punto salía una monja,-casi siempre la hermana Rosario, la de tercero,- a tocar una campanilla que estaba ubicada en el descansillo, en la parte de afuera de la puerta del comedor; y, al momento, comenzaban a subir las niñas que tenían las clases un piso más arriba...y yo allí sentada a la mesa, sin ser capaz de terminar lo que tenía delante, si la monja encargada de la cocina, o Conchita, la joven ayudante que tenía la cocinera...también, a veces, la misma superiora, Madre Felisa, no se compadecían de mí y me quitaban el plato que tenía delante... Un día, me comí a la fuerza, como pude, un plato de verdura deslavada, con olor a water, tragándomelo a fuerza de tragos de agua, aguantándome las náuseas, y me fuí al recreo con un asco y un malestar que no paró hasta que en clase devolví toda la comida que rechazaba mi estómago...Lo malo fue que no me pasó el malestar y estuve después vomitando durante tres días, por lo que no asistí al colegio durante ellos...Cuando volví, habló con la monja mi madre sobre los problemas que tenía con ciertas comidas que rechazaba mi paladar; entre ellas estaba la cebolla...en fin... A los pocos días, me pusieron tortilla de patata con cebolla, y traté de comérmela, pero me fue imposible pasarla de la boca al estómago...traté de beber agua para ayudarme a tragarla, pero re-sultó imposible...y si no es por mi prima Maruja, la de La Caseta, que estaba frente a mí gritando: "¡Hermana, hermana, mire Mari Luz, mire Mariluz!" y no llega a tiempo la reclamada hermana para llevarme al baño, contiguo al comedor,-donde nos lavábamos todas las manos antes de sentarnos a comer,- echo la pastilla allí mismo... Un día, cuando yo ya había pasado a la clase de primer grado, que estaba en el piso de más arriba y necesariamente tenía que pasar por delante del comedor para subir hasta el aula, me habían puesto para comer un filete de carne que era como una pura suela, lleno de nervio y gordo, imposible de masticar, y, como me quedé como de costumbre allí ante la mesa, sentada, mientras las otras niñas terminaron la comida y se fueron al patio a jugar, yo no me resigné y lo que hice fue tirar en el suelo en un rincón, detrás de un biombo, donde me parecía difícil de encontrar, al menos de momento, un buen trozo de filete cortado en pedacitos...y me fuí tranquila- mente al patio hasta que sonó la campana para formar la fila y subir a la clase. Lo que ocurrió fue que, al llegar al descanso de la escalera, a la puerta del comedor, estaban juntas la madre superiora y la hermana Rosario;-es ta era como un sargento para mí, muy antipática y exigente, sin un sólo detalle de cariño, jamás, to- talmente lo contrario de la superio ra, que era toda bondad,- al pasar por su lado me sacaron de la fila, me pasaron al comedor, me obligaron a confesar que había sido yo quien tiró allí la carne y me hicieron poner de rodillas pidiéndoles perdón, cosa que hice después de muchos intentos por parte de ellas, porque no tenía más salida que hacerlo...y lo hice con lágrimas de rabia en los ojos, odiando a la hermana Rosario a la que, por su agriado carácter sabía yo inductora de este hecho que no encajaba, en cambio, para nada en los modos de la madre superiora. Así pues, puedo decir que, el colegio para mi, a partir de los siete años constituyó una verdadera pesadilla en muchos aspectos...no me han quedado para nada gratos recuerdos sobre él.
Aquella niña grandota, alta y fuer- te, ya adolescente a sus once años que entonces tenía, apareció en el colegio así, de pronto, como un viento huracanado que arrasa cuanto encuentra a su paso...descarada y como niña malcriada era chocante ver cómo las monjas le consentían su descaro y modo de comportarse...quizá porque fuese miembro de una familia influyente, conocidísima entre la clase alta de las familias de la villa de Mieres en aquel tiempo... Menos mal que solo coincidíamos en el comedor pues, no estaba en mi clase...lo más probable es que estuviera con la hermana Rosario, en tercer grado No recuerdo para nada que ésta le recriminara su descarado modo de hablar.Y digo menos mal, porque a mí, con solo siete años, mientras ella me sobrepasaba en cuatro, me hizo la vida imposible, humillán- dome continuamente con palabras hirientes...Y no recuerdo que nadie pusiera coto a sus desmanes, ni la obligaran para nada a pedirme per- dón. No la recuerdo demasiado tiempo allí...más bien creo que pasó por el colegio de un modo provisional, o tal vez es porque no coincidimos hasta que la ví por algún tiempo en el comedor...También es verdad que yo no asistía a clase de conti- nuo porque me ponía muy a menudo enferma y tenía que guardar cama...después venía la etapa de la convalecencia durante la cual venía a darme clase dos horas diarias una buenísima profesora que vivía en La Peña,(es posible que viniera reco- mendada por Lola)a quien debo lo mu cho que en aquel tiempo aprendí, a pesar de mi holgazanería y mala dis posición. Con ella me estuve preparando para el ingreso en el bachillerato, que no se llevó a efecto por la pleuresía que padecí por aquel entonces...y a continua- ción por la muerte de mi padre, donde se cerró la página de toda aquella etapa de mi vida, para comenzar otra nueva en distintos lugares y caminos. Algo más que recuerdo de aquel en- tonces es que, cuando volvía a reincorporarme al colegio después de un tiempo en casa entre enferme- dad y convalecencia, me costaba cierto trabajo coger el ritmo que allí llevaban...A pesar de todo, pasé por los tres grados, 1º, 2º,y 3º...éste era el último y en él se- guían cursando sus estudios las que no pasaban a la Academia de Dña. Concha Lastra para el bachillerato que las preparaba para una carrera superior...así es que en aquella clase de 3º había niñas adolescen- tes de diversas edades, siguiendo lo que se llamaba "Cultura General" La hermana Rosario es quien llevaba esta clase...y ¡oh milagro! nos en-señaba canciones tales como: "Carre tera abaxo va-y en Santo Domingo en tré- y por Pedro Crespo Calvo, car- pinteru, pregunté...etc. En 1º grado tuve a la hermana Inés, de la que no recuerdo nada en par- ticular que me llamase la atención. Al lado tenía la clase de 2º, con la hermana Concepción, con quien es taba deseando pasar por las can ciones que enseñaba a sus niñas du- rante las clases de labor, las cua- les me parecían preciosas en aquel entonces, por su ritmo y su mensaje "De Isabel y Fernando-el espíritu impera- moriremos besando-la sagra- da bandera"...etc...Y otras muchas que me gustaban...Y pasé en su día también por esta clase donde, ade- más dí clases de dibujo,... en fin.
He recordado que, en la clase de primero, con la hermana Inés,hubo dos cosas especialmente, que me gustó mucho hacer: Trabajar sobre una cartulina un poquito rugosa, tamaño folio, poniendo un título con letras superpuestas, dibujadas y pasadas a color, con su correspon diente texto y dibujos apropiados.. y el librito de Historia Sagrada que en aquella clase comenzamos a utilizar, con los pasajes más sig- nificativos de la biblia...me gustó con locura todo ello...y en el tiem po próximo a la Navidad, era para mi una delicia dibujar el portal con el Niño Jesús en su cunita en- tre pajas...la ilusión de ir com- rando figuritas para el Nacimiento siempre en aquella tienda grande... como un bazar donde se vendía de todo. Se llamaba "El Pilar" y allí también comprábamos las castañue- las y panderetas para cantar villan cicos delante del Belén que, en a- quellos mágicos y felices días nos habíamos ocupado en poner...ajenas como estábamos Manolita la de Lola y yo a los problemas que llevaban encima nuestros mayores... Un día, volviendo del colegio hacia casa, en la bifurcación de las ca- lles Numa Guilhou con Onésimo Redon do, frente a los jardinillos, se me acercó el abuelo de Tito Lebrel y comenzó a decirme cosas en contra de lo que me enseñaban en el cole- gio...refiriéndose especialmente a creer en Dios y cosas así...No re- cuerdo haberle respondido nada, pe- ro sí que me quedó grabada en mi mente el hecho en cuestión. Yo no sabía absolutamente nada sobre su historia pues, en aquel tiempo, cuando los mayores hablaban entre ellos, si tú les preguntabas sobre a qué se referían si algo te llamaba la atención mi madre siem- pre me respondía:"Los niños no de- ben meterse en las conversaciones de los mayores"...Y allí quedaba zanjada la cuestión. Así es que, cuando hace unos meses y casualmente me encontré con estas páginas sobre el viejo barrio de O- ñón, al leer parte de la historia de algunos personajes de aquellos tiempos, dí con algo que me hizo comprender la actitud del abuelo Lebrel: (no recuerdo ahora mismo su nombre)Le habían matado un hijo en la pasada guerra...Razón de más pa- ra comprender a un padre con el co- razón roto por el dolor...aún cuan- do tantas veces en la vida hayan de pagar justos por pecadores... ¡Qué pena, que tuviera que molestar le que una niña inocente creyera en Dios...! Pero así fueron las cosas. Ojalá que nunca jamás volvieran a ser...
De pronto me vino a la mente un nombre relacionado con la familia Lebrel, los que tenían el chigre al lado de los jardinillos en Oñón. Me suena que no sé si el padre de Tito o el abuelo se llamaba Cayo... Y que una señora que nos vendía los cucuruchos de aceitunas,-¡hechos con papel de periódico!- se llamaba Leontina o algo así... quizá , por pura lógica,fuese la madre de Tito, pero no estoy segura porque con este niño, no tuve más relación que conocerlo de vista, sabiendo en la distancia que se trataba de un niño más de los de aquel entonces...a los que yo temía especialmente cuando se reunían en pandilla y, en su malicia,-a partir de los siete años parece que ya comenzábamos a sentirnos enemigos, precisamente porque íbamos dejando de ser niños "inocentes"- a mí me sucedía que si me topaba con un grupo de críos en el barrio, reunidos en una acera, yo procuraba cruzar a la de enfrente antes de llegar a sus proximidades, ya que, pronto tuve la nefasta experiencia de sus malévolas intenciones pues, obsesionados con el sexo como parecían estar, se abalanzaban sobre mí levantándome las faldas en su burlona y desconsiderada malicia...Muchos niños de aquel tiempo eran así...pues, también ocurría este hecho en los pueblos de León, donde acostumbrábamos pasar algún tiempo en los meses de verano...Es para nota lo malvados que eran aquellos niños que pastoreaban el ganado por los prados de los pueblos de Castilla,como llamábamos los asturianos a la provincia de León en aquel entonces... Sin embargo conocí a un niño de mi barrio que era una bendición...respetuoso hasta el extremo...sin duda bien educado por sus padres Glorina y Manolo, los que tenían la carnicería en Oñón. Este niño estuvo un tiempo con nosotras: con mi muchacha Anita y conmigo aquel verano que pasé en Ventosilla, desde el mes de Mayo hasta septiembre, por la enfermedad de mi padre...por el temor que tenía mi madre por si me contagiaba-...Se llamaba Avelino y, en el mes aproximadamente que pasó allí, no hubo ni asomo de malicia en nuestro trato y conversa ciones, aún cuando estábamos ya próximos a la pubertad...Cuando más adelante regresé enferma de pleuresía a mi casa de Mieres, vino un día a visitarme con un primo suyo llamado Raul. Meses más tarde, despues de la muerte de mi padre, me fuí de Mieres y no supe más de él hasta muchos años después cuando viviendo ya en Gijón,tuvimos noticias por la prensa de su desgraciado accidente, estrellán- dose con su barco contra unas rocas en el mar.
Aquel año 1943 hice yo mi primera comunión el día 3 de junio, festividad de la Ascensión del Señor, de modo que la fiesta del Corpus se celebró el jueves 17 de junio... Bajo palio, sacaban de la iglesia de San Juan en procesión la custodia y, a los lados iban,los niños que habían hecho la primera comunión, llevando ellas unos cestillos llenos de pétalos de rosas que iban lanzando al paso del Santísimo ante el cual todo el mundo se ponía respetuosamente de rodillas... Yo estaba loca porque mi madre me hubiera vestido para asistir a la procesión, pero no conseguí que atendiera mis súplicas ...más bien hizo caso omiso a pesar de la rabieta desesperada que pillé por su dureza y cerrazón... Ignoraba yo entonces por completo los disgustos que debió tener con alguno de mis hermanos mayores...incluso quizá con mi padre también, por los lujosísimos vestidos que me habían confeccionado en "La moda infantil" en Oviedo, uno para la primera comunión, y otro, que llevaría días más tarde por las fiestas de San Juan, en el concurso de trajes infantiles que se dio en La Pista... De niña, yo, lo ignoraba casi todo... incluso no me extrañaba que ninguno de mis hermanos hubiera estado presente en mi primera comunión...ni tan siquiera que lo estuviera yo algún tiempo más tarde en ninguna de sus bodas...Acostumbrada como estaba a mi entorno, todo me parecía natural. Cuando ya muchos años más tarde tuve alguna noticia de los juicios negativos a los que fue sometida por parte de alguno, aunque ya tarde, pude comprender..
Un día de aquel verano de 1943, recordando todo lo que nos habían dicho las monjas en el colegio, y nuestra catequista en el grupo que formábamos los domingos en la iglesia,cuando nos habían preparado durante el curso anterior para hacer la primera comunión...lo que además venía escrito por detrás, en la estampita recordatorio de aquel que había sido tan anhelado día y para mí había pasado con más pena que gloria...y decía así:¡Qué día tan feliz! La niña Mary Luz García Espina hizo su primera comunión el día 3 de junio, en la iglesia parroquial de San Juan Bautista. Mieres, 3 de junio de 1943(Festividad de la Ascensión del Señor), le dije a mi madre: "Mamá, no sé por qué nos dicen que el día más feliz de nuestra vida es el de la primera comunión, para mí el día más feliz fue el del concurso de trajes en La Pista..." Lo que pasó después es que a mi madre le faltó tiempo para hablarlo con la catequista, sin duda alguna como una gracia venida de una niña inocente de tan sólo siete años... Y sucedió que, en el mes de septiembre, una vez comenzado el curso, estaba yo en el patio del colegio, girando a derecha e izquierda con un pie sobre un trozo de ladrillo, mientras a pocos pasos de distancia la Madre superiora conversaba con mi catequista...y, de vez en cuando, miraban hacia mí con rostro amable y sonriente...Entonces, la superiora me hizo señas de que me acercara y, cuando lo hice, me preguntó sobre aquello que yo le había dicho a mi madre...Yo no recuerdo lo que respondí en mi apuro y verguenza al comprobar que mi madre había descubierto aquel tan delicado comentario mío precisamente a quien menos consideraba yo que se debía descubrir...pero ellas dos fueron tan bondadosas y "comprensivas" conmigo que no dieron lugar a que mi apuro durase más que un pestañear de ojos...Y entonces la Madre Felisa me dijo:"Anda, recoge tus cosas en la clase y sube a la de primero, con la hermana Inés... Así de sencillo era esto en aquel tiempo y en aquel colegio...sin más...Yo loca de contento por lo que consideraba una "subida de categoría" muy importante obedecí al momento y me planté, una vez terminado el recreo, con todos mis bártulos en la clase de la hermana Inés...Solo Dios sabe lo que me ilusionó el cambio de textos, y el modo de hacer...Y cuando las niñas de segundo, en la clase de la hermana Concepción, que estaba pegada pared con pared con la nuestra, y tenían por las tardes clase de labor, durante la cual cantaban canciones preciosas, tan bien entonadas y conjuntadas sus múltiples voces...yo me quedaba extasiada escuchándolas, con la secreta esperanza de que algún día,yo podría llegar a formar parte de las mismas...-como después, en su momento, llegó a ser.
La hermana Soledad era la encargada de impartir las clases de música, (solfeo y piano) y llevaba todo lo relativo a los cantos en el coro. Todos los días al salir de clase por las tardes, a las cinco, entrábamos a la capilla y rezábamos el rosario; y la hermana Soledad se ponía ante el órgano con un coro de niñas alrededor, cuya voz solista era la de Mucha Caparrós, la cual ya debía rondar los 16 años. Tenía ésta una prima más pequeña en el colegio, llamada Angelines,amiga inseparable de Mari Luz, la hija de Trina la partera...estas eran en su conjunto unas de las niñas "enchufadas,"preferidas, por así decir, de la monja en cuestión, y de alguna otra en particular. Estas dos últimas crías eran de mi edad y estaban en mi clase, pero no recuerdo haber tenido ningún tipo de trato con ellas pues, eran antipáticas y distantes, y parecían arreglárselas solas. Tendríamos unos siete años cuando en la función de teatro que se hacía para finalizar el curso,-para lo que también nos ensayaba la hermana Soledad,-la monja puso a la pequeña Angelines a cantar una canción en el espectáculo, pero como se encontró conque apenas le salía la voz del cuerpo, lo que se inventó para que pudiera hacerlo es que su prima Mucha la ayudase cantando entre bastidores. La cuestión era que la niña saliera allí a lucirse ante las familias...en fin. Yo di clase de música con esta monja, simplemente como un conocimiento más, añadido a la lo que se llamaba "cultura general" que recibíamos.
Aquel viejo piano, arrinconado allí, en el oscuro pasillo, paralelo al pórtico, con salida al fondo, en la parte de atrás del colegio, por donde se salía al patio en los recreos, y estaban ubicados los sucísimos servicios sin tapa en los waters, llenos de mierda hasta por los azulejos de las paredes,(no había papel higiénico, y, al utilizar las niñas en muchos casos el fuerte papel de los cuadernos, siempre solían estar los retretes atascados) Pues, en aquel viejo piano, en aquel lugar para mi tétrico y oscuro, me puso muchas veces a practicar los ejercicios de música la hermana Soledad...¡Qué grandísimo miedo pasaba yo allí! Especialmente cuando de pronto, me venía a la mente el tema de los espíritus...sólo Dios sabe lo angustiosa que era para mi aquella situación; así es que agradecía enormemente los pequeños momentos en que la monja pasaba por allí para comprobar y corregir lo que fuera necesario en la tarea que me ocupaba ante el viejo piano, donde a mis espaldas, creo recordar que había una puerta con salida al pórtico que daba a la fachada principal del colegio. Cuando me entraba el pánico, miraba yo detrás de mi con el temor de que algún espíritu del más allá se me apareciera en medio de aquella,-para mi,- "soledad poblada de aullidos." Ninguna de las desagradables experiencias que pasé en mi infancia, me sirvió para hacerme más fuerte en los avatares de mi vida...no debe extrañar, pues, a nadie que yo, en su momento, tratase por todos los medios de que mis hijos pudieran tener la infancia más tranquila y feliz que la tuvo su madre.
14 comentarios:
Algún día contaré mis antiguos recuerdos de aquellos tiempos del
colegio...pero he de tener tiempo
y serenidad para ello...
La foto, con la chapita metálica
que tapa el tintero,(a aquella edad
de 9 años usábamos pluma y tinta
para escribir pues, en España, no
conocíamos aún los bolígrafos)me
recuerda mi primera impresión de lo
que me rodeaba cuando a los cinco
años entré por primera vez en el
colegio de las HH Dominicas,en una
clase que había bajo lo que llama-
ban "el pórtico", a la izquierda a
de éste. Tenía aquella entrada una
doble puerta oscura, ante la que me recuerdo abriédose de par en par
para dar paso a las niñas cuyas ma-
dres esperaban apiñadas a la salida
alborozada de sus hijas en el pri-
mer día de clase...Y lo recuerdo
especialmente, por la angustia que
yo sentía en el corazón al haberme
separado de mi madre aquella maña-
na para permanecer unas horas sin
ella por primera vez en un sitio extraño, rodeada de niñas descono-
cidas que me producían cierto temor
cuando lo ignoras todo lo que ellas
sentirían...probablemente lo mismo
que yo...Recuerdo el ansia con que
mis ojos buscaron la cabeza de mi madre por entre las de todas las
demás expectantes madres...hasta
que la encontré...y sentí vivamen-
te que no había allí ninguna madre
tan "madre", tan grande y acogedo-ra como la mía...ante la cual todas
las demás perdían significancia pa-
ra mí...Naturalmente yo no era cons
ciente de lo que pensaba, pero así
hoy sé que lo absorbía como una es-
ponja en lo profundo de mi ser.
Aquel día, recibí la primera lec-
ción "consciente" por parte de mi
madre, del significado de la hones-
tidad y la honradez que debe acom-
pañar por la vida al ser humano...
Sucedió que, tanto me llamó la a-
tención el pupitre con su lugar pa
ra guardar los útiles para la clase
y el tintero con su tapa corredera
que en mi salida del colegio al me-
diodía para ir a comer, no paré de
darle sobre ello explicaciones a mi
madre, pero, al parecerme que no po
día entenderlo,(ni siquiera parecía
prestarle un mínimo interés,) por
la tarde saqué la tapa corredera
del tintero y me la llevé a casa.
Lo que hizo mi madre fue reprender-
me por el hecho de apropiarme de lo que no debía y, al día siguiente
lo devolvió ante mí a la buena y
jovencísima monjita, hermana Mª del
Rosario, la que me enseñó durante
aquel curso a leer y escribir.
No recuerdo mucho sobre aquella e-
tapa de mi vida , de los dos pri-
meros cursos que pasé en el colegio
en la clase de párvulitas,(también
había niños, pero estaban en clase
aparte, con la hermana Segunda, pu
es, como bien dice quien escribe
sobre "Ultramar: La escuela", en
aquel tiempo lo normal era que los
niños estuvieran con los niños y
las niñas con las niñas, y tambien
es cierto que no coincidíamos ni en
el recreo.
Sé que aprendí rapidísimamente a leer, que me gustó con locura...y
que,esto ya en el segundo curso,
cuando ya lo llevaba de calle, en
cuanto veía algo a otra niña que me
gustaba tener,al salir de clase en-
traba directamente en la librería
La Cultura,(creo que así se llamaba
la que estaba pegada al colegio;ha-
bía otra en La Pasera, donde tam-bién comprábamos:"Librería Cervan-
tes"...no sé si cabe en lo posible
que fuese al revés su ubicación, pe
ro en mi memoria las recuerdo así)
pues bien, entraba directamente y
pedía el objeto en cuestión a cuen-
ta de mi madre,sabiendo que esta e-
ra bien conocida por la señora que estaba al frente de dicha librería
Una vez fue un libro de lectura ti-
tulado "NOSOTROS",que no se usaba
en el colegio sino para deleite de
quien le gustara leer...conocer his
torias...en fin...Otra vez se trata
ba de un plumier,o estuche para lá-
pices,gomas,tajas y demás útiles pa
ra la clase,el cual,como es lógico
yo ya debía tener,pero como era de-
masiado sencillo me encapriché de o
tros que veía mucho más completos,
con su parte de arriba giratoria y
sus pequeños compartimentos para
las cosas menudas...en fin, que me
lo compré sin más;lo que no recuer-
do es si llegué a usarlo o si mi ma
dre lo devolvió al mismo tiempo que
el encargo de que no me dieran más
sin su permiso...si no llevaba yo
el dinero para pagarlo.
También recuerdo, ya desde aquellos
dos primeros años de colegio,el de-
sagradable hecho tan común en los
colegios de la posguerra:Las"anti-
páticas" e "insolidarias" niñas de
papá, de las que más adelante me
fuí enterando del adjetivo con que
el resto de niñas "normales" las ca
lificaban:"enchufadas". Eran muy da
das,al menos algunas monjas de en-
tonces, a mostrar preferencia y a-
tención a ciertas niñas, quizá por
la posición social de sus padres,
que, por lo mismo, fueran especial-
mente dadivosos...no lo sé...lo que
recuerdo es que me tocó sufrir es-
ta situación hasta la náusea.
A partir de los siete años, cuando
ya estaba en la clase de primer gra
do,mi madre me apuntó a clase de mú
sica,-solfeo y piano-una hora dia-
ria con la hermana Soledad...en mi
caso no para estudiar la carrera,si
no simplemente por añadirlo a la
"Cultura general" que entonces reci
bíamos. Y recuerdo especialmente un
día en que la hermana Soledad, en conversación con un grupo de niñas
"curiosas" me preguntó sobre qué
profesión tenía mi padre...le res-
pondí que era capataz de minas, y
ella"¿No es ingeniero?" Le volví a
responder con toda seguridad-pues
yo bien lo sabía a mis siete años-
que no era ingeniero, sino capatad.
Y ella, volviéndose hacia quienes
quizá le habían preguntado, o sos-
tenido la conversación que motivó
la pregunta les dijo:"Seguro que es
ingeniero pero la niña no lo sabe."
"Error en el anterior escrito
En lugar de capatad, es capataz."
Los primeros juegos en el recreo
del colegio de aquel tiempo eran:
Hacer un corro canturreando una canción tal como:"El corro la pata-
ta,-comeremos ensalada,-lo que co-
men los señores,-naranjitas y limones.-Achupé, achupé,-sentadita
me quedéee..." Y allí nos agachá-
bamos todas, en posición de senta-
das.
Y mil canciones más, escenificadas
con bailes y gestos como:"Estando
el señor don gato,-sentadito en su
tejado,-marramamiau, miau, miau...
sentadito en su tejado..." Lo baila
ban dos niñas, cruzándose de acá pa
ra allá mientras las demás miraban
hasta que le tocaba salir a bailar-
lo a otra niña, mientras se retira-
ba una de las dos protagonistas en
el juego...
Otra canción que se representaba e-
ra:"Yo soy la viudita del conde Lau
rel, que quiero casarme y no tengo
con quien..." Y las de alrededor le
respondían continuando la canción:
"Si quieres casarte y no tienes con quien, escoge a tu gusto, que
aquí tienes cien..." Otra canción
con su correspondiente juego era:
"Donde están las llaves, matarile-
rilerile, donde están las llaves,
matarilerilerón, chin-´pon."...Y
en su mayoría, los primeros juegos
que tuvimos en los recreos eran re-
presentados con canciones...Más a-
delante jugábamos a "las prendas",
con la canción:"Antón, Antón, An-
tón pirulero, cada cual, cada cual
que atienda a su juego, y el que no
lo atienda, pagará una prenda..." Y si te equivocabas en lo que tu-
vieras que hacer, habías de pagar
con lo que te pidiera quien diri-
gía el juego...
Y ya, pasados los siete años,jugá-
bamos al Piocampo...policías y la-
drones...y otros que eran de co-
rrer cuanto más mejor, para que no
te diera alcance la que venía de-
trás...Y corría yo como un gamo,
pues esto se me daba de maravilla.
En fin...a estas cosas se solía ju
gar en los recreos del colegio; en
casa era diferente, ya que,por lo
general, solamente contábamos con
una compañera de juegos, como mu-
cho, dos o tres...y nos encantaba
jugar a "las casas"...así llamá-
bamos a jugar con las muñecas y co-
cinitas y cacharros...y si había
suficientes niñas jugábamos tambi-
én a "las maestras"...Este juego
no fallaba en alguna contada oca-
sión que me recuerdo jugando en casa de mi prima Charo...le encan-
taba hacer de maestra...Y en mi ca-
sa, cuando no tenía ninguna compa-
ñera para jugar, mi entretenimien-
to más habitual era el columpio que me habían puesto en una peque-
ña explanada, cerca del muro que
nos separaba del jardín de Cutie-
llos, al que estábamos pegados...
Me lo había puesto allí, bajo un
gran árbol, que daba unos frutos
que al desgranarlos parecían ceri-
llas y no sé cómo se llama, pero
era muy común, un señor que hacía
por allí de jardinero, del cual no
recuerdo su nombre, aunque sí un
poco, veladamente su rostro...
En aquel colegio de las HH Domini-
cas, no tuvimos para nuestros es-
tudios, la Enciclopedia Álvarez,
como los de Ultramar, sino otra cu
ya editorial era:"Hijos de Santia-
go Rodriguez.Burgos." Y hasta el
curso 3ª,(no recuerdo si en 2ª la
empezamos a utilizar ya,)no fuí po
seedora de ella...tanto como me
gustaba y deseaba que llegara el
día en que la pudiera disfrutar...
en las partes que me gustaban,cla-
ro...
Y así fue trancurriendo mi lejaní-
sima infancia por aquellos contor-
nos de Mieres y mis recordados ba-
rrios de Arroxo y Oñón...
En el escrito anterior me olvidé,
hablando sobre nuestros juegos, de
algunos más a los que jugábamos mu-
cho, como es saltar a la comba:este
se podía hacer de dos maneras:indi-
vidualmente y colectivo...consistía
este en que dos niñas cogían una gruesa cuerda una por cada lado, mi
entras un grupo de niñas guardaban
cola para ir saltando una a una, se
gún la habilidad de la que estaba
en el juego...cuando ésta perdía sa
lía del juego, volviendo a ponerse
en la cola mientras entraba la si-
guiente primera de esta...y así has
ta que cansábamos de este juego pa-
ra ir a otro.
También se podía saltar individual-
mente, con una cuerda más pequeñita
con cascabeles en las agarraderas
de los extremos que sonaban al sal-
tar...A mí se me daba mejor con es-
ta y la utilicé muchísimo...en cam-
bio con la cuerda grande, no tenía
ni una gota de habilidad pues, como
mucho al tercer o cuarto salto per-
día y tenía que salir.
Y no sé como he podido olvidarme del juego de botar una pelota de
goma; a esto jugué muchísimo y tuve
pelotas muy variadas: desde unas pe
queñitas que había macizas, a otras
huecas, preferidas por mí, pero so-
lían pincharse fácilmente...Y mien-
tras botábamos, lo hacíamos al son
de alguna cantinela destinada enton
ces a esa clase de juego, en el cu-
al fuí incansable pues se me daba
muy bien.
Hasta los siete años,a partir de
los cuales comencé a comer en el co
legio, yendo a recogerme a las sie-
te de la tarde alguien de casa, me
recogían a las cinco, y me recuerdo
varias veces con una niña adolescen
te, que vivía en La Peña,a un km
más allá de mi casa y me dejaba al
lado de ésta al pasar...No recuerdo
su nombre...quizá fuese Elenita, o
Marta, pero sé que era muy linda,
de piel blanca y pelo oscuro peina-
do con tirabuzones.
Quizá iba yo con esta niña hacia ca
sa, cuando a la altura del colegio de los frailes,- creo recordar que
por allí cerca andaba,-nos metimos
por el barrio profundo y pobre,(así
me lo parecía a mí,) del viejo Oñón
el cual atravesábamos para salir a
Numa Guilou(h?)por la parte donde
estaba ubicado el lavadero...La
cuestión es que aquel día, al atra-
vesar el barrio nos encontramos con que había ocurrido una tragedia
en una casa que se había incendia
do. ¡Qué tristísimo para mí resultó
ver aquello! Ya no había llamas,pe-
todo estaba renegrido...mientras un hombre gemía su dolor por entre
sus raídos y pobres bártulos espar-
cidos por el suelo...Y la angustia
apretó mi pequeño corazón...y sentí
vivamente el deseo de correr a casa
y refugiarme en el amparo ancho, al
to y fuerte que representaba para
mí la persona de mi madre.
Al leer en el blog de "Oñón, viejo
barrio" el relato sobre una mujer
del lugar a quien se le había incen
diado el delantal y no supo cómo
desprenderse de las llamas, por lo que murió abrasada pensé, si no ten
dría este hecho relación con aque-
llo que un día ya muy lejano, hube
de presenciar viniendo hacia casa
del colegio.
Cuando el barrio de Oñón fue inunda
do por el desbordamiento del río
S. Juan, recuerdo que vino a vivir
una familia afectada por aquella
triste desgracia...Había entre ellos, una abuela y una niñita
pequeña, de unos tres a cuatro años
no más, que se sentaba en la esca-
ra cuando oía el ruido de nuestros
juegos, haciéndose ver para acercar
se y poder participar. Manolita la
de Lola, la de La Peña era la que
permanecía más tiempo en mi casa,a
la que venía al salir de la escuela
a esperar la hora de salida de su
madre que asistía allí, ayudando a
la muchacha que había habitualmente
en el mucho trabajo diario, en un caserón tan grande, con tanta fami-
lia requiriendo atención...
La niñita de la que he hablado te-
nía los ojos claros, y era muy a-
bierta y charlatana...
No recuerdo cuantos miembros eran
los de aquella familia que vivio
durante un tiempo en el piso de a-
rriba del todo de mi casa pues, no
molestaban para nada...en el piso
tenían todos los servicios necesa-
rios...disponían de tres grandes habitaciones, su cocina de carbón,
su cuarto de baño y un ancho y am-
plísimo pasillo. Quizá aquella ni-
ña tuviera algún hermano, pero no
ha quedado más en mi memoria sobre
ellos, ni cuanto tiempo estuvieron allí...debieron ser solamente unos
meses, mientras resolvieron su situ
ación, pues yo he podido disfrutar de
aquel piso para nuestros juegos du-
rante unos pocos años después, sin
que hubiera inquilinos por allí...
Creo recordar que la riada de Oñón
sucedió en 1943, cuando yo tenía siete años y Manolita la de Lola
seis... Y la niñita en cuestión,
creo que se llamaba Mª Jesús, aun-
no puedo asegurarlo.
Si embargo ella, a pesar de haber
sido tan pequeñita aún en el tiem-
po que vivió en mi casa, años más
tarde, ya de mujeres adultas y ca-
sadas, coincidimos aquí en Gijón
con nuestros respectivos hijos
en la consulta de la Dra. Antolín,
y ella me reconoció, y me saludó muy cariñosamente, diciéndome quién
era, y cómo recordaba el tiempo en
que por las circunstancias de la vi
da, vino a parar a mi casa donde
no conocimos...Y me quedé admirada
de su gran capacidad para reconocer
a una persona después de tantos a-
ños, y desde tan lejana infancia...
Creo que no he vuelto a verla ni a
saber de ella nunca más desde enton
ces pues, no hemos vuelto a coinci-
dir...cada una seguimos la vida por
nuestros caminos; pero aquel deta-
lle de su recuerdo y de haberme re-
conocido, llenó de emocionada ter-
nura mi corazón.
Sólo dios sabe lo mal que lo pasé cuando a los siete años comencé a comer en el colegio...la mayoría de las veces me era imposible tragar la comida, especialmente cuando había verdura, o tortilla de patata con cebolla...o con el huevo blando, a medio pasar...
La cuestión es que, al terminar de comer, las niñas bajaban al patio
a jugar hasta la hora de entrada a la clase, que era a las tres. A la hora en punto salía una monja,-casi siempre la hermana Rosario, la de tercero,- a tocar una campanilla que estaba ubicada en el descansillo, en la parte de afuera de la puerta del comedor; y, al momento, comenzaban a subir las niñas que tenían las clases un piso más arriba...y yo allí sentada a la mesa, sin ser capaz de terminar lo que tenía delante, si la monja encargada de la cocina, o Conchita, la joven ayudante que tenía la cocinera...también, a veces, la misma superiora, Madre Felisa, no se compadecían de mí y me quitaban el plato que tenía delante...
Un día, me comí a la fuerza, como pude, un plato de verdura deslavada, con olor a water, tragándomelo a fuerza de tragos de agua, aguantándome las náuseas, y me fuí al recreo con un asco y un malestar que no paró hasta que en clase devolví toda la comida que rechazaba mi estómago...Lo malo fue
que no me pasó el malestar y estuve después vomitando durante tres días, por lo que no asistí al colegio durante ellos...Cuando volví, habló con la monja mi madre
sobre los problemas que tenía con ciertas comidas que rechazaba mi paladar; entre ellas estaba la cebolla...en fin... A los pocos días, me pusieron tortilla de patata con cebolla, y traté de comérmela, pero me fue imposible pasarla de la boca al estómago...traté de beber agua para ayudarme a tragarla, pero re-sultó imposible...y si no es por mi prima Maruja, la de La Caseta, que estaba frente a mí gritando: "¡Hermana, hermana, mire Mari Luz, mire Mariluz!" y no llega a tiempo la reclamada hermana para llevarme al baño, contiguo al comedor,-donde nos lavábamos todas las manos antes de sentarnos a comer,- echo la pastilla allí mismo...
Un día, cuando yo ya había pasado a la clase de primer grado, que estaba en el piso de más arriba y necesariamente tenía que pasar por delante del comedor para subir hasta el aula, me habían puesto para comer un filete de carne que era como una pura suela, lleno de nervio y gordo, imposible de masticar, y, como me quedé como de costumbre allí ante la mesa, sentada, mientras las otras niñas terminaron la comida y se fueron al patio a jugar, yo no me resigné y lo que hice fue tirar en el suelo en un rincón, detrás de un biombo, donde me parecía difícil de encontrar, al menos de momento,
un buen trozo de filete cortado en pedacitos...y me fuí tranquila-
mente al patio hasta que sonó la campana para formar la fila y subir a la clase. Lo que ocurrió fue que, al llegar al descanso de la escalera, a la puerta del comedor, estaban juntas la madre superiora y la hermana Rosario;-es
ta era como un sargento para mí, muy antipática y exigente, sin un sólo detalle de cariño, jamás, to-
talmente lo contrario de la superio
ra, que era toda bondad,- al pasar por su lado me sacaron de la fila, me pasaron al comedor, me obligaron a confesar que había sido yo quien tiró allí la carne y me hicieron poner de rodillas pidiéndoles perdón, cosa que hice después de muchos intentos por parte de ellas, porque no tenía más salida que hacerlo...y lo hice con lágrimas de rabia en los ojos, odiando a la hermana Rosario a la que, por su agriado carácter sabía yo inductora de este hecho que no encajaba, en cambio, para nada en
los modos de la madre superiora.
Así pues, puedo decir que, el colegio para mi, a partir de los siete años constituyó una verdadera
pesadilla en muchos aspectos...no
me han quedado para nada gratos recuerdos sobre él.
Aquella niña grandota, alta y fuer-
te, ya adolescente a sus once años que entonces tenía, apareció en el colegio así, de pronto, como un viento huracanado que arrasa cuanto
encuentra a su paso...descarada y
como niña malcriada era chocante ver cómo las monjas le consentían su descaro y modo de comportarse...quizá porque fuese miembro de una familia influyente,
conocidísima entre la clase alta de
las familias de la villa de Mieres
en aquel tiempo... Menos mal que solo coincidíamos en el comedor pues, no estaba en mi clase...lo más probable es que estuviera con la hermana Rosario, en tercer grado
No recuerdo para nada que ésta le
recriminara su descarado modo de hablar.Y digo menos mal, porque a mí, con solo siete años, mientras ella me sobrepasaba en cuatro, me
hizo la vida imposible, humillán-
dome continuamente con palabras hirientes...Y no recuerdo que nadie
pusiera coto a sus desmanes, ni la
obligaran para nada a pedirme per-
dón.
No la recuerdo demasiado tiempo allí...más bien creo que pasó por el colegio de un modo provisional,
o tal vez es porque no coincidimos
hasta que la ví por algún tiempo
en el comedor...También es verdad
que yo no asistía a clase de conti-
nuo porque me ponía muy a menudo enferma y tenía que guardar cama...después venía la etapa de la
convalecencia durante la cual venía
a darme clase dos horas diarias una
buenísima profesora que vivía en La
Peña,(es posible que viniera reco-
mendada por Lola)a quien debo lo mu
cho que en aquel tiempo aprendí, a
pesar de mi holgazanería y mala dis
posición. Con ella me estuve preparando para el ingreso en el bachillerato, que no se llevó a efecto por la pleuresía que padecí
por aquel entonces...y a continua-
ción por la muerte de mi padre, donde se cerró la página de toda aquella etapa de mi vida, para comenzar otra nueva en distintos lugares y caminos.
Algo más que recuerdo de aquel en-
tonces es que, cuando volvía a reincorporarme al colegio después de un tiempo en casa entre enferme-
dad y convalecencia, me costaba cierto trabajo coger el ritmo que allí llevaban...A pesar de todo, pasé por los tres grados, 1º, 2º,y 3º...éste era el último y en él se-
guían cursando sus estudios las que
no pasaban a la Academia de Dña. Concha Lastra para el bachillerato
que las preparaba para una carrera superior...así es que en aquella clase de 3º había niñas adolescen- tes de diversas edades, siguiendo
lo que se llamaba "Cultura General"
La hermana Rosario es quien llevaba
esta clase...y ¡oh milagro! nos en-señaba canciones tales como: "Carre
tera abaxo va-y en Santo Domingo en
tré- y por Pedro Crespo Calvo, car-
pinteru, pregunté...etc.
En 1º grado tuve a la hermana Inés,
de la que no recuerdo nada en par-
ticular que me llamase la atención.
Al lado tenía la clase de 2º, con la hermana Concepción, con quien es taba deseando pasar por las can ciones que enseñaba a sus niñas du-
rante las clases de labor, las cua-
les me parecían preciosas en aquel entonces, por su ritmo y su mensaje
"De Isabel y Fernando-el espíritu impera- moriremos besando-la sagra-
da bandera"...etc...Y otras muchas
que me gustaban...Y pasé en su día también por esta clase donde, ade-
más dí clases de dibujo,... en fin.
He recordado que, en la clase de primero, con la hermana Inés,hubo dos cosas especialmente, que me gustó mucho hacer: Trabajar sobre una cartulina un poquito rugosa, tamaño folio, poniendo un título con letras superpuestas, dibujadas y pasadas a color, con su correspon
diente texto y dibujos apropiados..
y el librito de Historia Sagrada que en aquella clase comenzamos a utilizar, con los pasajes más sig-
nificativos de la biblia...me gustó
con locura todo ello...y en el tiem
po próximo a la Navidad, era para mi una delicia dibujar el portal con el Niño Jesús en su cunita en-
tre pajas...la ilusión de ir com-
rando figuritas para el Nacimiento
siempre en aquella tienda grande...
como un bazar donde se vendía de todo. Se llamaba "El Pilar" y allí
también comprábamos las castañue-
las y panderetas para cantar villan
cicos delante del Belén que, en a-
quellos mágicos y felices días nos
habíamos ocupado en poner...ajenas
como estábamos Manolita la de Lola
y yo a los problemas que llevaban
encima nuestros mayores...
Un día, volviendo del colegio hacia
casa, en la bifurcación de las ca-
lles Numa Guilhou con Onésimo Redon
do, frente a los jardinillos, se me
acercó el abuelo de Tito Lebrel y
comenzó a decirme cosas en contra de lo que me enseñaban en el cole-
gio...refiriéndose especialmente a
creer en Dios y cosas así...No re-
cuerdo haberle respondido nada, pe-
ro sí que me quedó grabada en mi
mente el hecho en cuestión.
Yo no sabía absolutamente nada sobre su historia pues, en aquel
tiempo, cuando los mayores hablaban
entre ellos, si tú les preguntabas
sobre a qué se referían si algo te
llamaba la atención mi madre siem-
pre me respondía:"Los niños no de-
ben meterse en las conversaciones
de los mayores"...Y allí quedaba zanjada la cuestión.
Así es que, cuando hace unos meses
y casualmente me encontré con estas
páginas sobre el viejo barrio de O-
ñón, al leer parte de la historia de algunos personajes de aquellos
tiempos, dí con algo que me hizo
comprender la actitud del abuelo Lebrel: (no recuerdo ahora mismo su
nombre)Le habían matado un hijo en
la pasada guerra...Razón de más pa-
ra comprender a un padre con el co-
razón roto por el dolor...aún cuan-
do tantas veces en la vida hayan de
pagar justos por pecadores...
¡Qué pena, que tuviera que molestar
le que una niña inocente creyera en
Dios...! Pero así fueron las cosas.
Ojalá que nunca jamás volvieran a ser...
De pronto me vino a la mente un nombre relacionado con la familia Lebrel, los que tenían el chigre al lado de los jardinillos en Oñón.
Me suena que no sé si el padre de Tito o el abuelo se llamaba Cayo...
Y que una señora que nos vendía los cucuruchos de aceitunas,-¡hechos con papel de periódico!- se llamaba Leontina o algo así... quizá , por pura lógica,fuese la madre de Tito, pero no estoy segura porque con este niño, no tuve más relación que conocerlo de vista, sabiendo en la distancia que se trataba de un niño más de los de aquel entonces...a los que yo temía especialmente cuando se reunían en pandilla y, en su malicia,-a partir de los siete años parece que ya comenzábamos a sentirnos enemigos, precisamente porque íbamos dejando de ser niños "inocentes"- a mí me sucedía que si me topaba con un grupo de críos en el barrio, reunidos en una acera, yo procuraba cruzar a la de enfrente antes de llegar a sus proximidades, ya que, pronto tuve la nefasta experiencia de sus malévolas intenciones pues, obsesionados con el sexo como parecían estar, se abalanzaban sobre mí levantándome las faldas en su burlona y desconsiderada malicia...Muchos niños de aquel tiempo eran así...pues, también ocurría este hecho en los pueblos de León, donde acostumbrábamos pasar algún tiempo en los meses de verano...Es para nota lo malvados que eran aquellos niños que pastoreaban el ganado por los prados de los pueblos de Castilla,como llamábamos los asturianos a la provincia de León en aquel entonces...
Sin embargo conocí a un niño de mi barrio que era una bendición...respetuoso hasta el extremo...sin duda bien educado por sus padres Glorina y Manolo, los que tenían la carnicería en Oñón. Este niño estuvo un tiempo
con nosotras: con mi muchacha Anita y conmigo aquel verano que pasé en Ventosilla, desde el mes de Mayo hasta septiembre, por la enfermedad de mi padre...por el temor que tenía mi madre por si me contagiaba-...Se llamaba Avelino y, en el mes aproximadamente que pasó allí, no hubo ni asomo de malicia en nuestro trato y conversa
ciones, aún cuando estábamos ya próximos a la pubertad...Cuando más adelante regresé enferma de pleuresía a mi casa de Mieres, vino un día a visitarme con un primo suyo llamado Raul. Meses más tarde, despues de la muerte de mi padre, me fuí de Mieres y no supe más de él hasta muchos años después
cuando viviendo ya en Gijón,tuvimos
noticias por la prensa de su desgraciado accidente, estrellán-
dose con su barco contra unas rocas
en el mar.
CORPUS CRISTI
Aquel año 1943 hice yo mi primera comunión el día 3 de junio, festividad de la Ascensión del Señor, de modo que la fiesta del Corpus se celebró el jueves 17 de junio... Bajo palio, sacaban de la iglesia de San Juan en procesión la custodia y, a los lados iban,los niños que habían hecho la primera comunión, llevando ellas unos cestillos llenos de pétalos de rosas que iban lanzando al paso del Santísimo ante el cual todo el mundo se ponía respetuosamente de rodillas... Yo estaba loca porque mi madre me hubiera vestido para asistir a la procesión, pero no conseguí que atendiera mis súplicas ...más bien hizo caso omiso a pesar de la rabieta desesperada que pillé por su dureza y cerrazón... Ignoraba yo entonces por completo los disgustos que debió tener con alguno de mis hermanos mayores...incluso quizá con mi padre también, por los lujosísimos vestidos que me habían confeccionado en "La moda infantil" en Oviedo, uno para la primera comunión, y otro, que llevaría días más tarde por las fiestas de San Juan, en el concurso de trajes infantiles que se dio en La Pista... De niña, yo, lo ignoraba casi todo... incluso no me extrañaba que ninguno de mis hermanos hubiera estado presente en mi primera comunión...ni tan siquiera que lo estuviera yo algún tiempo más tarde en ninguna de sus bodas...Acostumbrada como estaba a mi entorno, todo me parecía natural. Cuando ya muchos años más tarde tuve alguna noticia de los juicios negativos a los que fue sometida por parte de alguno, aunque ya tarde, pude comprender..
Un día de aquel verano de 1943, recordando todo lo que nos habían dicho las monjas en el colegio, y nuestra catequista en el grupo que formábamos los domingos en la iglesia,cuando nos habían preparado durante el curso anterior para hacer la primera comunión...lo que además venía escrito por detrás, en la estampita recordatorio de aquel que había sido tan anhelado día y para mí había pasado con más pena que gloria...y decía así:¡Qué día tan feliz! La niña Mary Luz García Espina hizo su primera comunión el día 3 de junio, en la iglesia parroquial de San Juan Bautista. Mieres, 3 de junio de 1943(Festividad de la Ascensión del Señor), le dije a mi madre: "Mamá, no sé por qué nos dicen que el día más feliz de nuestra vida es el de la primera comunión, para mí el día más feliz fue el del concurso de trajes en La Pista..." Lo que pasó después es que a mi madre le faltó tiempo para hablarlo con la catequista, sin duda alguna como una gracia venida de una niña inocente de tan sólo siete años...
Y sucedió que, en el mes de septiembre, una vez comenzado el curso, estaba yo en el patio del colegio, girando a derecha e izquierda con un pie sobre un trozo de ladrillo, mientras a pocos pasos de distancia la Madre superiora conversaba con mi catequista...y, de vez en cuando, miraban hacia mí con rostro amable y sonriente...Entonces, la superiora me hizo señas de que me acercara y, cuando lo hice, me preguntó sobre aquello que yo le había dicho a mi madre...Yo no recuerdo lo que respondí en mi apuro y verguenza al comprobar que mi madre había descubierto aquel tan delicado comentario mío precisamente a quien menos consideraba yo que se debía descubrir...pero ellas dos fueron tan bondadosas y "comprensivas" conmigo que no dieron lugar a que mi apuro durase más que un pestañear de ojos...Y entonces la Madre Felisa me dijo:"Anda, recoge tus cosas en la clase y sube a la de primero, con la hermana Inés... Así de sencillo era esto en aquel tiempo y en aquel colegio...sin más...Yo loca de contento por lo que consideraba una "subida de categoría" muy importante obedecí al momento y me planté, una vez terminado el recreo, con todos mis bártulos en la clase de la hermana Inés...Solo Dios sabe lo que me ilusionó el cambio de textos, y el modo de hacer...Y cuando las niñas de segundo, en la clase de la hermana Concepción, que estaba pegada pared con pared con la nuestra, y tenían por las tardes clase de labor, durante la cual cantaban canciones preciosas, tan bien entonadas y conjuntadas sus múltiples voces...yo me quedaba extasiada escuchándolas, con la secreta esperanza de que algún día,yo podría llegar a formar parte de las mismas...-como después, en su momento, llegó a ser.
LA HERMANA SOLEDAD
La hermana Soledad era la encargada de impartir las clases de música, (solfeo y piano) y llevaba todo lo relativo a los cantos en el coro. Todos los días al salir de clase por las tardes, a las cinco, entrábamos a la capilla y rezábamos el rosario; y la hermana Soledad se ponía ante el órgano con un coro de niñas alrededor, cuya voz solista era la de Mucha Caparrós, la cual ya debía rondar los 16 años. Tenía ésta una prima más pequeña en el colegio, llamada Angelines,amiga inseparable de Mari Luz, la hija de Trina la partera...estas eran en su conjunto unas de las niñas "enchufadas,"preferidas, por así decir, de la monja en
cuestión, y de alguna otra en particular. Estas dos últimas crías eran de mi edad y estaban en mi clase, pero no recuerdo haber tenido ningún tipo de trato con ellas pues, eran antipáticas y distantes, y parecían arreglárselas solas. Tendríamos unos siete años cuando en la función de teatro que se hacía para finalizar el curso,-para lo que también nos ensayaba la hermana Soledad,-la monja puso a la pequeña Angelines a cantar una canción en el espectáculo, pero como se encontró conque apenas le salía la voz del cuerpo, lo que se inventó para que pudiera hacerlo es que su prima Mucha la ayudase cantando entre bastidores.
La cuestión era que la niña saliera allí a lucirse ante las familias...en fin.
Yo di clase de música con esta monja, simplemente como un conocimiento más, añadido a la
lo que se llamaba "cultura general" que recibíamos.
Aquel viejo piano, arrinconado allí, en el oscuro pasillo, paralelo al pórtico, con salida al fondo, en la parte de atrás del colegio, por donde se salía al patio en los recreos, y estaban ubicados los sucísimos servicios sin tapa en los waters, llenos de mierda hasta por los azulejos de las paredes,(no había papel higiénico, y, al utilizar las niñas en muchos casos el fuerte papel de los cuadernos, siempre solían estar los retretes atascados) Pues, en aquel viejo piano, en aquel lugar para mi tétrico y oscuro, me puso muchas veces a practicar los ejercicios de música la hermana Soledad...¡Qué grandísimo miedo pasaba yo allí! Especialmente cuando de pronto, me venía a la mente el tema de los espíritus...sólo Dios sabe lo angustiosa que era para mi aquella situación; así es que agradecía enormemente los pequeños momentos en que la monja pasaba por allí para comprobar y corregir lo que fuera necesario en la tarea que me ocupaba ante el viejo piano, donde a mis espaldas, creo recordar que había una puerta con salida al pórtico que daba a la fachada principal del colegio. Cuando me entraba el pánico, miraba yo detrás de mi con el temor de que algún espíritu del más allá se me apareciera en medio de aquella,-para mi,- "soledad poblada de aullidos."
Ninguna de las desagradables experiencias que pasé en mi infancia, me sirvió para hacerme más fuerte en los avatares de mi vida...no debe extrañar, pues, a
nadie que yo, en su momento, tratase por todos los medios de que mis hijos pudieran tener la infancia más tranquila y feliz que la tuvo su madre.
aullidos"
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